Las relaciones sociales, y cuando decimos sociales no nos referimos a salir de copas sino a las relaciones que establece una sociedad con cada uno de los individuos que la conforman y con otras sociedades, han cambiado mucho. Las relaciones sociales no se producen solo entre individuos o colectivos sino también entre hechos. Entre hechos tan duros como la violencia o las desigualdades de género que, en muchas ocasiones, se ven acentuadas o disminuidas en su importancia por el tratamiento que reciben por parte de la sociedad. Pongamos por caso, un día cualquiera, a las 14’30/15h en casi cualquier hogar de este país: uno come mientras ve/escucha el telediario, probablemente porque luego tenga que seguir trabajando y es el único momento disponible para conocer el estado de la actualidad, de repente una noticia sobre una determinada guerra, uno, espantado, levanta la mirada del plato de sopa y la imagen que le muestra la pantalla es sobrecogedora: decenas de cadávares mutilados, esparcidos por el suelo y familiares llorando. Lo cierto es que a uno se le cierra el estómago con estas imágenes. Han causado un gran impacto. Personalmente reconozco que realmente me conmueven y me llevan a la reflexión. Así durante X días. El problema viene cuando tenemos un «exceso» de información: si uno escucha/ve el telediario durante la comida y la cena el mismo día probablemente durante la cena ya no levante los ojos del plato y siga comienda, prefieriendo no ver aquella imagen que tanto lo ha impactado a mediodía, si bien el recuerdo hiriente sigue presente en su memoria. Al día siguiente, y al próximo, y al otro, se mostrarán nuevas imágenes de muerte y violencia a través de la pantalla, siempre iguales pero siempre diferentes y llegará un día en que, aquel que se conmovía, deje de conmoverse, prefiera no mirar, pues todos los días las mismas imágenes «desagradables» al final «cansan», para ver siempre lo mismo prefiere no mirar pues la reflexión a la que estas incitaban es la misma cada día. ¿Qué ha ocurrido? ¿no nos había conmovido y hecho reflexionar aquella imagen terrible? ¿no nos habíamos puesto en el lugar tanto de los familiares como de la víctima? Lo que ha ocurrido tiene una sencilla explicación: la violencia, la muerte, se ha naturalizado de un modo tal, debido a un bombardeo constante de imágenes semejantes, que ha perdido su significado primero y la capacidad de conmover a aquel que ya se ha «acostumbrado» (aunque parezca imposible) a dichas escenas. No será hasta que suceda otra terrible catástrofe, o que la escena de muerte y desolación cambie mucho, muchísimo, de escenario y lo acerque a un entorno más próximo que el espectador levantará de nuevo conmovido la mirada.

¿Qué tenía que ver todo lo anterior con el fotoperiodismo si estaba hablando de imágenes de video? La relación se encuentra en que es el ejemplo más sencillo y conocido. Como aficionada a la fotografía suelo prestar atención a los diversos premios de fotoperiodismo pues me parece muy importante que una imagen no sea solamente bella sino que, además, contenga una historia y, sobre todo, que pueda transmitirla tan solo con esa imagen, sin necesidad de títulos ni subtítulos. A menudo con las fotografías ganadoras de estos certámenes ocurre lo mismo que con las imágenes mostradas en el telediarios, son todas similares, sobre todo en su historia, y llega un momento en que las vemos solo como objeto de belleza pues aquello que era antes objeto de reflexión se ha naturalizado, mimetizado, y confundido con el fin estético que también domina la imagen.

ganadora Lo cierto es que la ganadora, que vemos arriba, realmente consigue, si uno se detiene a mirarla con calma, conmover, sin duda el sufirimiento es patente y el hecho de que la mujer lleve la cata tapada lo acentúa pues tenemos que imaginarlo. Estéticamente, es una composición muy atractiva, que sigue reglas como la de los tercios, por lo que la mirada se dirige, de forma  natural, hacia lo que debe ser, y es, el foco de atención. Es una gran imagen, y no estoy criticando el premio, pues creo que lo merece, pero para esta reflexión se trata de la imagen perfecta. En cuanto la vi pensé «casi todos los años gana un concurso (de los muchos que hay) alguna imagen muy parecida» y esa sensación ya no me la pudo quitar nadie. Ha habido otras finalistas y ganadoras en este concurso que sí me han hecho ver más allá, o, mejor dicho, ver cosas si no nuevas menos mostradas más allá de los documentales: la ganadora de la categoría historias de asuntos contemporáneos sin ir más lejos me ha hecho reflexionar, y mucho, sobre la opresión de la mujer y sobre aquellas leyes que obligan a menores a casarse con hombres que les doblan, incluso triplican, la edad.

historias de asuntos contemporáneos

Es una fotografía, en mi opinión, muy bella, algo que no puede dejar de reconocerse, de nuevo debido a la disposición de los elementos, los colores… pero que produce cierta sensación de inquietud porque, en el fondo, cuando uno la ve, aunque no conozca su título, la realidad que hay tras ella, pronto empieza a sospechar que esas niñas no están al lado de sus padres, sino de sus esposos, de una diferencia de edad considerable.

La conclusión a la que he querido llegar es que, algo que a veces se critica del fotoperiodismo, como que la belleza de algunas imágenes oculta el verdadero significado de la realidad que pretenden mostrar, no es cierto en tanto en cuanto estas sean únicas, en el sentido de que muestren la realidad desde diversas perspectivas. El problema, o la crítica, surge cuando estas imágenes son demasiado parecidas entre sí, siguen mostrando la misma realidad desde el mismo punto de vista sin pensar que existen otros elementos de dicha realidad que también son susceptibles de análisis, que pueden abrir lo ojos al espectador si captan la esencia de lo que ocurre de un modo menos naturalizado.

La información no es mejor por cantidad sino por calidad.

Para ver una selección de fotografías premiadas pincha aquí (las fotos que ilustran esta entrada están extraídas de esta misma página web) y si quieres verlas todas, aquí.

Gemma Burgos Segarra