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Esta será una entrada breve, o eso espero, pues mucho se ha dicho ya sobre el tema, si bien es cierto que parece haberse quedado estancado en la eterna lucha entre dos bandos: los amantes del papel y los locos de la tecnología. Intentaré establecer un punto medio pues, sinceramente, no sabría bien dónde incluirme pues soy una de esas personas a las que les encanta coleccionar (siempre que el presupuesto lo permite) libros en las estanterías de su casa, oler el papel, acariciarlo… todo muy sensorial. Me negaba en rotundo a adquirir un libro electrónico a pesar de que he introducido las nuevas tecnologías de forma activa en mi vida de estudiante: por lo general utilizo un netbook como libreta en clase y creo que ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en el ámbito académico a nivel de apuntes/estudio, a pesar de ello no era capaz de verme leyendo en pantalla electrónica. Las primeras experiencias no fueron muy buenas: me metí en el mundo del libro electrónico a través de una tableta y me resultaba pesado, era como estar muchas horas utilizando el ordenador, la vista se resentía, hasta que cayó en mis manos un e-book de los de tinta electrónica y ¡menudo cambio! Pronto nos hicimos amigos pues la experiencia era, solo en cierto modo, similar al de la lectura en papel, ningún brillo extraño, incluso era táctil y pasar las páginas un gesto natural. Hasta aquí mi experiencia.

Si intentamos hacer una valoración objetiva del uso de un e-book con tinta electrónica es satisfactorio en muchos aspectos, pero todavía debería mejorar en muchos otros. El modelo que tengo es uno sencillo de manejar y bastante completo en cuanto a lo que ofrece (mp3, wi-fi aunque muy flojo,  táctil…). Como estudiante de filología resulta muy cómodo poder llevar diversos volúmenes reunidos en apenas 100gr, este es un punto a favor de estos dispositivos pues aquellos que trabajamos con libros agradecemos ir un poco menos cargados tanto en peso como en volumen. Algunos modelos, como el mío, permiten realizar búsquedas dentro de los textos, algo muy útil para cuando se busca un fragmento en concreto, por ejemplo. A pesar de lo anterior, cabe decir que estas posibles ventajas dejan de serlo desde el punto de vista en que se realiza una inversión en un dispositivo para el que no hay suficiente oferta, es decir, el libro está a la venta pero la oferta de epub no es tan amplia como la existente en papel y, sobre todo, es de menor calidad pues carecemos de ediciones críticas de las principales editoriales para poder dar un uso realmente eficaz de nuestro «aparatito». Y no solo esto, el precio de los epub es, en ocasiones, en comparación con la edición en papel, desalentador. Bueno, más bien indignante. Por un producto que no ha sido impreso, ni se han hecho unas tapas, ni se ha distribuido físicamente se cobra prácticamente lo mismo que por la edición en papel. Diferencias insignificantes a veces que hacen que uno se plantee si realmente es una buena inversión dado el precio, que tampoco es bajo, de los ebook. Un último punto en contra es que no son nada cómodos para el uso de manuales de consulta. Las tabletas permiten mayor libertad para trabajar con los documentos, subrayar, anotar… y también mayor rapidez para pasar las hojas. Por lo tanto, lo que necesitamos no es tanto una pugna entre papel o ebook sino una solución integradora que recoja la idea de un libro electrónico con un procesador más potente, una mayor oferta editorial y, sobre todo, una oferta editoral de calidad, con ediciones críticas junto al perfeccionamiento de los dispositivos táctiles que permiten escribir o subrayar, si bien esto a veces puede llegar a convertirse en una pequeña odisea.

Solo cuando se consiga llegar a una solución intermedia, que incluya una buena relación calidad-oferta-precio, esta discusión tendrá sentido pues puede que estemos ante un dispositivo muy útil en algunos campos (incluso en el del ocio pues cuando uno prepara una maleta para varias semanas agradece, al igual que cuando va a clase, no llevar unos cuantos libros que aumenten el peso de su equipaje en varios kilos sino sólamente un ligero dispositivo que, además, cabe en cualquier bolsito) que no está siendo valorado objetivamente al no estar uno al nivel del otro en cuanto a oferta y disponibilidad: son pocas las bibliotecas que distribuyen libros en formato epub, si bien esto se debe en parte a que no se sabe muy bien cómo controlar las reproducciones ilegales (si bien los libros «tradicionales» también se fotocopian en ocasiones).

Gemma Burgos Segarra.

Mientras leía, o más bien hojeaba, El hacedor (de Borges) Remake, encontré una versión que me atrajo de todas las que hace de la obra borgiana. Otras, antes y después, me habían parecido largas, demasiado extrañas o con una relación demasiado débil con la original.  Argumentum ormithologicum en cambio me pareció que desarrollaba una pequeña argumentación mucho más similar a la del texto original a partir de dos elementos principales como veremos a continuación: los números y las aves para llegar a una conclusión, opuesta a la orginal, pero siguiendo un razonamiento. Posiblemente me atrajera la alusión a las matemáticas o el hecho de que el mismo autor, como veamos, cree una teoría acerca de la letra aleph y la aplique en todas sus consecuencias.

Borges vs. Mallo

El autor del Remake es un escritor incluido dentro de lo que se ha llamado «Generación nocilla» o after-pop, un grupo o generación literaria, en mi opinión difícil de definir y, más todavía, de clasificar. Lo único que parece estar claro es que son un movimiento muy relacionado con lo que fuera el pop en el siglo XX, un movimiento provocador, que buscaba llamar la atención, unificador de elementos de la alta cultura y, a su vez, de la cultura de masas. No queremos extendernos más en la introducción a un tema que, realmente, no dominamos, pero sí esperamos haber establecido de forma sucinta las bases sobre las que se asienta la obra. Solo nos falta añadir que, con esta oba, la polémica está servida pues fue retirada del mercado debido a problemas de derechos de autor.

A continuación, reproducimos ambos textos: el primero, el original; el segundo, el remake. Tras la lectura, pasaremos a analizar, de forma breve, los puntos que ambas narraciones puedan tener en común

ARGUMENTUM ORMITHOLOGICUM (Borges)

Cierro los ojos y veo una bandada de pájaros. La visión dura un segundo o acaso menos, no sé cuantos pájaros vi. ¿Era definido o indefinido su número? El problema involucra el de la existencia de Dios. Si Dios existe, el número es definido, porque Dios sabe cuántos pájaros vi. Si Dios no existe, el número es indefinido, porque nadie pudo llevar la cuenta. En tal caso, vi menos de nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, o dos pájaros. Vi un número entre diez y uno, que no es nueve, ocho, siete, seis, cinco, etcétera. Ese número entero es inconcebible; ergo, Dios existe.

ARGUMENTUM ORMITHOLOGICUM (Fernández Mallo)

La existencia de Dios es un hecho innegable, aunque sólo sea por agotamiento lógico: hay quienes creen que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, y hay quienes creen que fue el hombre quien hizo a Dios a su imagen y semejanza. El resultado es el mismo. El matemático ruso Georg Cantor [1845-1918] concibió una de las construcciones más importantes y extrañas de la historia matemática, los Números Transfinitos, lo que no le impidió morir en la indigencia. A los 23 años de edad intuyó, y más tarde formalizó, que existen infinitos más grandes que otros infinitos, los que ordenó de menor a mayor y denotó con la letra Aleph [\aleph] del alfabeto hebreo [que simboliza a un pájaro en la máxima extensión del batir de sus alas; pero esto lo digo yo].

El orden creciente de estos infinitos sería \aleph0, \aleph 1 \aleph2…,\alephn…,en donde \aleph0 es el conjunto de todos los números naturales, \alephp el conjunto de todos los números reales, que es mayor que el anterior, y así. A partir de ahí creó toda una aritmética transfinita hoy perfectamente asimilada por el establishment matemático, pero condenada en su día al ostracismo: el ilustre Poincaré dijo al respecto, «una enfermedad ha florecido en el seno de la matemática», y Kronecker la identificó con pura charlatanería científica, y a su autor, con un corruptor de la juventud; por su parte, Weyl, siniestramente, enunció la frase: «tan sólo es niebla en la niebla» [da miedo sólo pensarla]. Georg Cantor, cada vez más pobre, terminó sus días en una institución mental empeñado en demostrar que las obras de Shakespeare habían sido escritas por Francis Bacon. Llevando al límite el hecho de que, tal como soñó Cantor, elegido un número infinito de cosas siempre existe otro conjunto de cosas aún más infinito, no se demuestra que Dios exista [y eso que su existencia es bien fácil de demostrar], ni tampoco se demuestra que nuestra galaxia exista [cosa más difícil de probar], ni que el planeta Tierra, ni la especie humana, ni tampoco siquiera la imaginación o la certeza existan, pero sí viene a demostrar que el pájaro en la máxima extensión de sus alas [\aleph] es una idea bastante más simpática y siniestra de lo que imaginaron, respectivamente, Alfred Hitchcock y los místicos sufís. Y esto también da miedo pensarlo.

En el remake de «Argumentum ormithologicum» (que supongo que será algo así como argumentos que demuestren la existencia de Dios) Fernández Mallo ha tomado dos elementos pertecientes al cuento, el número definido y la idea de la existencia de Dios, y los ha amplificado partiendo, o al menos eso nos parece, de otro hito importante en la obra borgeana: el aleph. Probablemente la elección de Georg Cantor para el desarrollo de la idea matemática provenga del uso que hace este de la letra aleph como indicador de conjunto de número transfinito. Pero veamos más detenidamente cómo funciona la revisión del relato.

En primer lugar, el relato de Fernández Mallo invierte la estructura del relato borgeano empezando por el final, por el el hecho de que «la existencia de Dios es un hecho innegable»  y resalta la idea del agotamiento lógico que, al fin y al cabo, es lo que hace el protagonista de la versión original (si bien el procedimiento es similar al de la reducción al absurdo). Dado que en el original se llega a la comprobación de la existencia de Dios a través de los números, este es el momento en que se introduce la teoría matemática, sin establecer una relación todavía y, además, intenta «colarnos» el significado real de la letra aleph: «simboliza a un pájaro en la máxima extensión del batir de sus alas» ,aunque esto, matiza, lo dice él, y así es, porque lo que verdaderamente simboliza es una cabeza de buey. Estamos, pues, ante un nuevo punto de contacto entre original y reproducción, si bien la reproducción inventa a partir del original y crea los enlaces de forma voluntaria: dado que la existencia de Dios se constata a través del cómputo de pájaros que vio el protagonista y que pudo haber visto Dios, en la reproducción encontramos a un matemático que crea una teoría, durante mucho tiempo poco estudiada y creída, que simboliza, según el autor, con una letra del alfabeto hebero que simboliza un pájaro. Todo esto en la primera parte, donde se establecen, como venimos repitiendo, puntos de contacto (si bien un tanto débiles) con el original.aleph

En segundo lugar, en la segunda parte del «remake» vemos cómo el autor se dedica a explicar, con mayor atención, la teoría de Cantor y su funcionamiento. Tras ello llega a la conclusión de que, aunque se pueda demostrar que los números transfinitos existen esto no prueba la existencia de Dios (si bien el autor matiza que esto es algo fácil de demostrar), ni nada en realidad. Con esto parece que Fernández Mallo trabaja la historia original para invertirla.

Georg Cantor

En tercer, y último lugar, el autor da un salto en sus argumentos y pasa a indicar que los números transfinitos solo demuestran que el pájaro en la máxima extensión de sus alas [\aleph] es una idea bastante más simpática y siniestra de lo que imaginaron, respectivamente, Alfred Hitchcock y los místicos sufís. Es decir salta de la argumentación sobre la existencia de Dios que da pie al relato para relacionar una teoría matemática con dos elementos, en cierto modo, también culturales (e ideológicos): el misticismo sufí y el cine, con una referencia, nada sutil, a su famosa cinta Los pájaros (1963) enlazándolo todo con un simbolismo inventado por él mismo, pues recordemos que la letra aleph no es símbolo de ningún pájaro.

Por tanto, en este remake que deja prácticamente irreconocible su referente de partida, vemos que emplea tres procedimientos que podríamos relacionar con aquellos que ya empleara el pop en su época: elementos de alta cultura (la figura de Georg Cantor) y de la cultura de masas (la cinta de Hitchcock que es muy conocida, aunque en este caso podríamos entrecomillar aquello de «de masas») y, además, introduce un tercer referente al que aplicará una teoría imaginaria: el aleph, elemento que forjará unos cimientos «estables» para la edificación del resto del cuento pues es a partir de este referente dentro de la obra de Borges que puede cobrar sentido el hecho de  que se introduzca una teoría matemática. Configurar el aleph como un pájaro consigue establecer una doble conexión: por una parte con el cuento original; por otra, es un motivo suficiente para que se nombre al cineasta sin que esto resulte -del todo- raro, si bien el final es inquietante Y esto también da miedo pensarlo. Y no sabemos muy bien qué pensar, pues la sensación de extrañeza que dejan las 2 últimas líneas de la historia es importante. Quizás fuera esta su intención, la de extrañarnos a partir de la inversión de los términos de un cuento que sirve de punto de partida y que casi desaparece en el de llegada.  Leído en comparación con el original podríamos ver el punto provocador que en un principio indicábamos, si bien en este caso es menor que en otros apartados del libro.

Gemma.

         En el siguiente artículo hablaremos sobre la representación de la memoria y las relaciones sociales en la era de la información. Para ello nos serviremos de dos novelas: El jinete polaco de Antonio Muñoz Molina y La conquista del aire de Belén Gopegui. En la primera de ellas analizaremos cómo representa la memoria, la historia y los efectos que esto produce en la relación pasado-presente en el lector. En cuando a la novela de Gopegui nos centraremos en la representación de las relaciones sociales partiendo de la ideología literaria que ella misma propondrá en el prólogo a la obra, que dejará muy clara su postura hacia las novelas que no apelan al lector, que se encuentran vacías de un contenido más profundo. Para finalizar, realizaremos una breve comparación  entre ambas obras a partir de su ideología literaria y del modo de apelar al lector.

El jinete polaco

El jinete polaco nos cuenta la vida de Manuel y de Nadia, que se han reencontrado y entablado una relación amorosa en los EEUU después de haber coincidido hace muchos años en Mágina, lugar de origen de Manuel y de destino militar del padre de Nadia, aunque el protagonista no recordara el primer encuentro de ellos por aquel entonces. Toda la novela es una construcción que oscila del presente hacia el pasado en un intento de conocerse mejor, tanto a ellos mismos como a su entorno, que fue aquello que los modeló. Estamos ante un relato no lineal donde las distintas épocas se entremezclan, en una amalgama a veces difícil de descifrar, y no solo por eso sino porque sabemos que se han encontrado pero no es hasta el final que conocemos el cómo y el porqué. En la primera parte de la novela vemos cómo Manuel cuenta la historia de los habitantes Mágina a Nadia desde un tiempo muy anterior a su nacimiento, buscando un punto común entre ambos, un pasado construido para ellos. La cuenta a través de las fotos del baúl de Ramiro Retratista, quien fuera fotógrafo del pueblo, que tenía el padre de Nadia, el comandante Galaz. Cada fotografía suscita una nueva historia que Manuel, en la mayoría de casos no ha vivido, sino que se convierte en la voz de su madre, de sus abuelos o de algún vecino y cuenta lo que ha oído contar y lo que no sabe, como él mismo afirma, lo inventa. Así llega a contar hechos que ni siquiera aparecen en las fotos de Ramiro Retratista y los va relacionando, acercando, poco a poco hacia el presente en un viaje sin paradas hacia la segunda parte, “El jinete en la tormenta”, que toma el título de la canción Rider in the storm de The Doors, una canción importante en la adolescencia del narrador. La segunda parte contará el periodo en que ambos coincidieron en Mágina, sin llegar a cruzarse nunca, o eso es lo que Manuel creía pues en la tercera parte descubrimos que en aquella noche de domingo, de borrachera, drogado e infeliz por el desamor que en el relato de Manuel es borrosa, Nadia cuenta cómo ella lo recogió y tuvieron un breve encuentro. Manuel en esta parte contará lo que Nadia le cuente de su estancia en Mágina, pero también imagina lo que ella pensaría, cómo sería. La tercera y última parte, “El jinete polaco”, que da nombre a la novela es la más cercana al presente de la enunciación de Manuel: el protagonista tiene un encuentro en Madrid con una americana llamada Allison, que deja su número de teléfono en la mesita de noche y cuando él vuelve a América para trabajar intenta desesperadamente contactar con ella. En un último intento le deja un mensaje en el contestador indicando el hotel donde se encuentra. Cuando ya está a punto de partir hacia el aeropuerto de vuelta a Madrid llegará ella al hotel, pero ya no será Allison, ni rubia, ni hablará inglés, sino que se llama Nadia Galaz y es pelirroja. A partir de aquí se cuenta cómo se encuentran y cómo empiezan a contarse todas las historias que conforman la novela a partir de los objetos del baúl de Ramiro Retratista que Nadia tiene en su casa tras la muerte de su padre. Vemos, por tanto, que se establece una relación de continuidad entre pasado y presente a través de la anécdota, de la vida de uno mismo pero también a través de l

os otros que, cuando se analice, dará una visión de conjunto del pueblo y de la historia. Continuidad que vemos, por ejemplo, en los personajes de las fotos, pertenecientes al pasado, que, conforme la historia avanza vemos que algunos siguen vivos, en el presente aunque, de algún modo estén anclados en el pasado como el inspector Florencio Pérez, que quiere seguir trabajando en su vieja mesa de madera y no las modernas, metálicas. Esta relación conlleva toda una serie de sentidos: el pasado no puede cambiarse y, aunque queramos huir de él este no puede abandonarnos pues es la base nuestro ser, o eso mismo parece reflejar Manuel cuando cuenta su historia y no solo en la suya sino en la de los habitantes de Mágina donde establece una especie de cronología del personaje desde su juventud, cuyos actos lo irán formando tal y cómo es en el presente (en ese presente/pasado que Manuel utiliza pues en muchas ocasiones para narrar el pasado utilizará un presente en función de pasado que aporta gran viveza y actualidad a su narración). También es posible apreciar cómo en la historia, sobre todo en el ámbito personal, habrá elementos que se repitan, serán cíclicos, una espiral como el mismo indica al pensar en los cursos escolares. Que Nadia sea a la vez Allison es otro ejemplo más del juego entre pasado y presente como un continuum imborrable, inevitable, pues es su apellido de casada y, aunque en este momento ella esté en trámite de divorcio sigue teniéndolo: solo cuando vuelva al apellido que la une a Mágina podrá reencontrar a Manuel y construir su historia. Manuel y Nadia se preguntan en varias ocasiones por qué no se vieron entonces, cuando coincidieron en Mágina, por qué no comparten un pasado y eso se encargan de  construir ellos, de construirse un pasado común pues en esta novela el pasado es de gran importancia en la vida de los personajes.  Aunque podrían haberse conocido ahora y no ser un problema no compartir un pasado parece que para ellos es como construir una casa sin cimientos: el pasado es necesario para empezar la relación. Por tanto, la visión sobre el pasado no presentará un presente desproblematizado frente a los problemas de la juventud sino que se tratará, en este caso, de un presente mejorado pero que arrastra una mínima parte de los problemas del pasado, de no haberse conocido entonces, sino ahora. Pero sí nos hace comprender que el pasado, como indica Manuel en la parte tercera, es un punto de referencia, de anclaje y que sin él no se puede pertenecer a ningún lugar ni dejar de ser extranjero aunque uno se encuentre en su tierra. Y así hace que lo perciba el lector, y que este empiece a pensar en su vida pasando por el pasado, no solo por la inmediatez de un presente mediatizado, pues se nos dice “piensa en el ahora”, pues somos nuestros actos pasados tanto individual como colectivamente.

Grabado que da título al libro

Grabado que da título al libro

            Los efectos de memoria, la vuelta al pasado, la relación de este con el presente, se consiguen a través de objetos: las fotografías, la Biblia o el grabado del jinete, objetos que provienen del pasado y que actúan como base y punto de partida de las narraciones de Manuel. En ellas, el efecto de memoria se consigue de otro modo. En primer lugar cabría decir que se trata de un género híbrido que combinaría la autobiografía, sobre todo en la segunda parte donde cuenta su experiencia personal, y las memorias de todo aquello que ha ido escuchando en su infancia en boca sus padres, se convierte en la voz de la memoria de aquellos que ya no pueden contar, y lo cuenta desde el presente, aunque a veces parece que sea él mismo quien lo cuenta y quien lo ha vivido. Los recursos principales que vemos en las historias que cuenta Manuel son la recreación de espacios codificados que concentran las formas de socialidad pasada, en este caso “el sistema métrico” el único lugar donde comprar textil o la huerta, los campos de aceituna que llevan consigo significados de trabajo, de formas de vida y de pensar, y también una temporalidad más pausada, que va aumentando a medida que la narración se acerca a la realidad actual: las descripciones de lo que le ocurrió al joven médico o de la vida diaria son muy lentas, detalladas, mientras que cuando llega a su vida, a la propia experiencia en muchas ocasiones el ritmo se acelera: la aparición de la cocina de butano, la televisión, los discos se ve en un lapso temporal que parece muy reducido, han pasado casi 17 años en la vida del protagonista y se cuentan casi en tantas páginas como las empleadas para describir lo que le ocurrió al joven médico o cómo el inspector escribe poesía, todo esto empleando periodo sintácticos muy largos que ralentizan la lectura y transmiten la sensación del paso del tiempo. Esta misma referencia a distintos objetos que indicábamos como la aparición de la televisión en las casa o el hecho de que Ramiro Retratista comprara una cámara portátil, frente a la estática de su maestro, es un recurso que ayuda a crear el efecto de memoria, de que el tiempo pasa y la vida avanza, pues la memoria no es algo estático y, a nuestro parecer, este es uno de los puntos importantes en esta novela, el paso del tiempo, y el tiempo, a su vez, como ya indicábamos, como un continuo de pasado y presente.

Pero Manuel  no es solo voz de la memoria personal sino también de la memoria colectiva de la historia de un país. Primero cuanto toma la voz de su bisabuelo Manuel en la guerra de Cuba y la de su abuelo que estuvo en los campos de concentración. Después, relatando lo que Nadia le ha contado que su padre, el comandante Galaz, le narró en sus últimos días de vida, podemos ver cómo se produjo el alzamiento nacional que él abortó en el cuartel de Mágina. La sensación de la situación que se estaba viviendo, imprimiendo una tonalidad descriptiva particular: el silencio que se hacía ante la presencia del comandante en los días previos al levantamiento pues no sabrían de parte de quién estaría y, de hecho, se fue con el bando republicano.

Todos estos efectos de memoria no son superficiales sino que hacen que el lector se pregunte acerca de la vida, del porqué de las cosas, qué hubiera pasado si eso hubiera sido distinto, si no se hubiera producido el levantamiento, el comandante Galaz no hubiera acabado en el exilio y hubiera tenido un escarceo con una compañera de la biblioteca pues estaba casado, tenía un hijo e iba a tener otro. La historia no es, por tanto, un mero decorado para la narración, se trata de un elemento que condicionará la vida de los personajes y dicha historia no podría haberse llevado a cabo si el telón de fondo hubiera sido otro. Sería otra novela. Y para el lector, otra vida. Vemos ejemplos de una historia aún más reciente, de la represión sufrida durante el franquismo y de los movimientos de lucha y protesta que se organizaban en la clandestinidad: el Praxis reparte panfletos de propaganda y Nadia, en una confusión es interrogada por ello. Es una visión, por tanto, personal dentro de la colectividad, del mismo modo que ocurría con el relato de los hechos de julio por el comandante Galaz. Probablemente todo esto nos hace comprender que la historia “general” se escribe a partir de la suma de historias individuales. Sin embargo, a pesar de tratarse de elementos individualizadores podríamos decir que se tratan, en varias ocasiones de descripciones que responden a un estándar de memoria, pues se cuenta desde el presente con la visión de este, encasillando algunos comportamientos o vivencias sin reparar en si realmente fue así o es la concepción que se tiene desde el ahora: el duro trabajo, la disciplina militar…

Relacionado con la suma de individualidades podríamos decir que como obra memorística es una novela de testimonios de la vida y la historia: aunque el narrador no haya sido el testigo directo de los hechos es él quien nos introduce, a través de los distintos objetos, en las vivencias personales de los habitantes de Mágina pero cuya voz, en última instancia, proviene de ellos, pues, en muchas ocasiones parece tratarse de un narrador omnisciente multiselectivo, que va pasando de un personaje a otro, y es, en ocasiones, con la suma de todas estas visiones cuando parece que llegamos a  tener una idea completa de la historia, llegando casi a una ilusoria perspectiva de focalización cero pues, incluso las historias que quedaban borrosas, como la de la mujer emparedada quedan resueltas al final de la novela con el testimonio de Julián el taxista.

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La conquista del aire Belén Gopegui propone un programa narrativo e ideológico sobre las relaciones sociales y la novela en el prólogo que luego llevará a cabo en esta. La autora plantea un plan de acción frente a una novela que ha perdido su “ser original” que se ha convertido en un mero producto de entretenimiento sentimentalista en manos de publicistas que se encargan de que consiga un éxito de ventas determinado que es, al fin y al cabo, lo que importa. Pero no todas las novelas son así, algunas no se dejan exclusivamente en manos de los editores y publicistas como ella misma indica sino que los autores aportan una parte del sentido de la novela por ellos mismos a través del prólogo o de unas “líneas de contrabando” que aparecen entre tanta publicidad en las novelas y eso es lo que pretende con este prólogo, aclarar, en cierto modo, el sentido de la novela y su punto de partida ya que “el prólogo (…)es una práctica de tiempo confusos. Estos nuestros lo son así en lo que concierne a los valores, así en lo que concierne a la novela” (Gopegui, 2008: 10). Lo son para la novela porque esta ha perdido, como ya indicábamos su sentido pues:

“Si la novela actúa como instrumento formador de vida en tanto que propone estructuras, criterios, direcciones para la experiencia de las personas, entonces la emoción no puede ser, se entiende, eliminada. Pero sólo cobra significado narrativo cuando una conciencia entra en relación con ella, tal es el territorio de lo novelable: emoción y conciencia, razón y sentimiento, el mito y el logos.” (Gopegui, 2008: 11)

Por tanto, si seguimos este razonamiento una novela debe ser un elemento motivador del razonamiento, base del pensamiento crítico personal. No solo un elemento de entretenimiento, es decir, Gopegui no busca un lector pasivo, llevado de la mano desde el principio hasta el final de la narración, sino que la novela debe ser la causante de un lector activo que reflexione a partir de lo que cuenta, de lo que les ocurre a los personajes. En nuestra opinión lo consigue ¿quién no se ha preguntado al leer esta novela si sería capaz de dejar cuatro millones de las antiguas pesetas a un buen amigo? Y más después de ver cómo, poco a poco, y de forma inesperada, este elemento es desencadenante de algunos problemas en la vida de los personajes, aunque esto lo analizaremos más adelante. Se trata, entonces, de una crítica hacia la novela de efecto, no a la novela de conocimiento, que no tiene por qué ser en la acepción de conocimiento cultural y de saber, sino también personal, aquellas novelas que solo buscan emocionar al lector, del mismo modo que una película puede hacer llorar por el tremendismo de sus escenas pero sin hacerle llegar más allá. En esto desvincula la intención al autor de la del narrador, siendo este el que “determina el sentido de la narración”:

               “Aun cuando el escritor o la escritora escriban porque poseen un temperamento narcisista, por soberbia o porque han encontrado una fuente de ingresos, su narrador, la voz que da cuenta de una historia, no es carnal. Su interés no está anclado en motivos anteriores sino que lo determina el sentido de su narración.” (Gopegui, 2008: 12)

Finalmente, mostrará cuál ha sido su intención al escribir esta historia de dinero pues con ella podrá mostrar el influjo del dinero en las relaciones tanto personales como sociales, si el dinero es algo al margen del sujeto (cuando este tiene “sus necesidades mínimas cubiertas”(Gopegui,2008: 12)) o si se trata, en la actualidad, de un elemento formador, sin posibilidad de elección pues está todo mediatizado por este. Lo que se preguntará el narrador al contar la historia será esto mismo, si con la influencia del dinero existe una escala de valores o  no.

Formalmente, en su estructura externa se trata de una novela dividida en tres partes y un final. Cada una responde, internamente, a un periodo situacional de la vida de los tres protagonistas: en la primera parte se plantea lo que será el hipernúcleo de la acción que derivará el resto de las acciones: la acción de pedir dinero prestado por parte de Carlos a Marta y Santiago, sus dos mejores amigos y los problemas que esto les acarreará. En la segunda parte, encontramos una situación completamente diferente, la situación sentimental del los tres ha cambiado a raíz del préstamo, lo que demuestra que este puede influir hasta en lo más íntimo aún cuando los individuos tienen las necesidades cubiertas. En la tercera, vemos cómo Carlos ha conseguido reunir el dinero necesario, con la venta de su empresa y devuelve el dinero a sus amigos. Los conflictos que quedaban abiertos se cierran y en la parte “final” vemos cómo se vuelve a una situación similar a la inicial. La mayoría de estos conflictos se cuenta de forma paralela entre ellos: primero uno de los personajes, después una situación similar en los otros dos. Estaríamos, además, ante una estructura circular no convencional: la novela empieza en una noche de insomnio por la petición del préstamo por parte de Carlos, en el final, sin embargo, el insomnio se ha convertido en placentero sueño tras más de un año de problemas: todo, o casi todo, se ha solucionado, las cosas han vuelto a su estado de normalidad a pesar de que los tres han cambiado, y no solo eso, su forma de ver y entender la vida también. Los problemas iniciales de Marta con Guillermo por culpa del dinero se han solucionado, también los de Santiago, que ha cambiado de pareja pero se encuentra en una mejor situación. Quizás el más perjudicado haya sido Carlos: no se puede pedir nada sin dar algo a cambio, o eso parece querer decirnos el narrador con la situación en que queda este personaje al final de la novela: no ha querido pedir una hipoteca, se avergüenza de la necesidad económica y  no confía los problemas de su empresa a su mujer, en consecuencia, su matrimonio se derrumba, esta se marcha y se lleva a su hijo. Ha perdido también su empresa, aunque ahora trabaja en la que la ha absorbido, con un sueldo fijo y, de alguna manera, una mejor situación laboral. Ha puesto en juego, como veremos, valores como la amistad, el amor o la confianza y ha perdido.

El dinero trae aparejado mucho más que dinero y ha afectado hasta lo más íntimo de la vida de los personajes. Mientras tenían el dinero se sentían seguros, era un respaldo para posibles problemas y la llave de un futuro mejor en cuanto decidieran qué querían en sus vidas. En el momento en que el dinero es prestado empiezan las inseguridades y los problemas: en el caso de Marta y Guillermo este último quiere comprar una casa en una urbanización y arreglarla pero encontrarse sin el respaldo económico que antes tenían produce toda una serie de desacuerdos entre los dos que acabará en una separación temporal. Santiago también rompe con Sol, al principio no puede contarle que ha hecho un préstamo a su amigo y poco a poco se va distanciando hasta que conoce a otra mujer y rompe con ella. Durante este periodo de tiempo Santiago va a necesitar un dinero que hasta entonces no había necesitado, pues tiene un accidente con el coche y, aunque puede repararlo hubiera preferido comprar uno nuevo. Tiene que aceptar impartir clases en una universidad privada aunque esto vaya en contra de algunos de sus principios y otras cosas más hasta conseguir el dinero suficiente para repararlo. Por otro lado, cuando se enamora de Leticia el dinero también le supone un problema: ella es, como Marta, una joven de buena familia, adinerada y eso a él no le gusta, pues piensa que el dinero puede llegar a suponer un problema en muchas ocasiones, aunque acepta la situación y sigue adelante con la relación. Es ilustrativa la conversación que mantiene con Sol cuando va a decidir que se casa con Leticia:

 “–Gracias –dijo-. Quería oírtelos recitar. Yo ya no podré [Santiago]

–          ¿vas a dejar de ser pobre o se te han acabado lo sueños?

–          Lo primero, que debe llevar aparejado lo segundo.”  (Gopegui, 2008: 309-310)

Como vemos, Santiago considera el dinero más que un medio para conseguir los sueños un impedimento pues, en nuestra opinión, esto está relacionado con su “ambición” de ser catedrático de tener un puesto mejor, pero también un mejor sueldo. Probablemente si esa necesidad está cubierta uno se acomode y no busque ascender, ni trabajar más para conseguir algo mejor y con ello tener sueños. Parece una advertencia sobre los peligros que puede traer consigo un acomodamiento excesivo gracias al dinero.

La escala de valores ha sido violada por el dinero, como ya indicábamos, y es en esto donde vemos que se cumple el último de los elementos del plan propuesto por Gopegui que exponíamos sobre el prólogo. El narrador cuenta para responderse si el dinero puede quedar al margen y vemos que no, que irá más allá, eliminando los valores de la amistad, el cariño, el amor… aunque estos, al final, sean recuperados, no será en su forma original, sin mancha. El recuerdo del préstamo y de los problemas que acarreó estará latente aunque nadie diga nada al respecto.

            Un elemento a destacar es que todas las historias anteriores se encuentran entretejidas de distintos modos. Por un lado con los anclajes temporales que el narrador establece (el 21 de marzo, el 14 de mayo, incluso elementos más abstractos como la duración de una caja de leche y otros objetos), donde cuenta cómo es la situación en ese momento de cada uno de ellos y, por otro, por los recuerdos, por la memoria, que actuará en dos niveles: el primero será el personal, la infancia de Santiago, la vida anterior de Carlos y el por qué de la empresa; el segundo, será el de los lazos sociales que unen a los tres personajes, el momento histórico que vivieron y compartieron.

Con todo lo anterior la autora interpelará al lector a través de los cuestionamientos que los mismos personajes se harán dentro de la novela como veíamos con Santiago unos párrafos más arriba o como podemos apreciar a continuación en una conversación entre Marta y Guillermo:

“-No te ha gustado el acto- dijo Marta.

-No me gusta el método de proponer los sentimientos para que todos nos encontremos. ¿Y después del sentimiento, qué? El sentimiento no produce acuerdo” (Gopegui, 2008: 322)

las preguntas y las afirmaciones que Guillermo hace actúan, a nuestro modo de ver, de elementos catárticos para el lector, pues pueden canalizar a través de estos planteamientos sus propias dudas y cuestionamientos del sistema y reflexionar sobre ellos. Además, el recurso a la vivencia personal y a la memoria también creará reflexiones sobre lo social y la memoria, sobre las vivencias colectivas que en unos casos permanecen y que en otras se desvanecen en el aire debido a problemas, por ejemplo, económicos. Junto a esto, la división tripartita de la novela llevará consigo el cuestionamiento de diversos elementos en el lector. En la primera si él mismo sería capaz de dejar dinero, en la segunda, si este acto le acarrearía dificultades y problemas personales o podría vivir al margen como se plantea en el prólogo y, en tercer y último lugar, si al recuperar lo prestado (o no recuperarlo, pues esto no se plantea pero parece estar implícito) la vida puede volver a ser cómo antes o si los valores que han quedado temporalmente anulados ya no se recuperan.

            Es, a través de este último punto de análisis de La conquista del aire donde introducimos una pequeña reflexión que nos servirá a modo de conclusión. La que, a nuestro parecer, es la gran diferencia entre ambas novelas es la forma de apelar al lector. La novela de Gopegui es directa, y a lo largo de toda la narración va planteando, como veíamos, preguntas sin respuesta, interpelando al lector, llevándolo a la reflexión de una manera directa, sin apelar exclusivamente a las emociones sino más bien a la lógica, con razonamientos. El jinete polaco, en cambio, aunque no entraría dentro de las novelas dirigidas al mero entretenimiento, interpela al lector por la vía de los sentimientos. La memoria es, por lo general, subjetiva y la subjetividad está llena de emociones, un recuerdo personal mantiene siempre una huella emocional imborrable como hemos podido observar en la lectura de la obra de Muñoz Molina. No obstante, esta obra sería, como veíamos el programa del prólogo, una de esas obras en las que la novela actúa como instrumento formador usando la emoción. Emoción y conciencia, eso nos parece ver en Manuel. Dos obras muy diferentes con un mismo fin: llevar al lector al terreno de la reflexión sobre las representaciones de la memoria y las relaciones sociales en la literatura en la era de la información.

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Prácticas literarias en la era de la información

Asignatura del Grado de Estudios Hispánicos, coordinada por Jaume Peris Blanes (Universitat de València)

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SILENCIO A VOCES.

Daniel Muñoz Boza

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"No hay placer más complejo que el pensamiento" J. L. Borges